¿Hay acaso una diferencia tan grande entre el cadáver de un buey y el de un hombre? Los miembros descuartizados, las entrañas mezcladas del uno y del otro se parecen mucho: la matanza del primero facilita el asesinato del segundo, sobre todo cuando resuena la orden del jefe y que se oyen de lejos las palabras del señor soberano coronado: “¡Sed implacable…!”.
No es una digresión el mencionar los horrores de la guerra a propósito de las hecatombes de animales y de los banquetes para los carnívoros. El régimen de alimentación corresponde del todo a las costumbres de los individuos.
